Ayer…
ayer tuve un sueño.
Y no sé si llamarlo así,
porque en este lugar donde estoy,
ya no existen cosas tan bonitas.
Pero por unos segundos,
sentí que escapaba.
Que salía de este infierno
que me consume por dentro.
En ese sueño…
ella estaba ahí.
Tan real, tan cerca…
y por un momento,
fui feliz.
La miré a los ojos y le dije:
“Mereces algo mejor para tu vida”.
Pensé que se iría…
pero no lo hizo.
Me tomó de las manos
y con una voz suave me dijo:
“Entonces sé mejor…
porque para mí, tú eres mi vida”.
Y desperté.
No supe si llorar o gritar.
Porque ese sueño fue lo único que me ha abrazado
desde que tú te fuiste.
Hoy ya es el quinto capítulo.
Un mes…
o eso creo.
Porque aquí el tiempo no pasa,
solo se arrastra.
O tal vez soy yo,
que me estoy desmoronando lento.
No sé cuánto ha pasado allá afuera,
pero aquí adentro,
mi reloj se rompió
igual que todo lo que yo era.
Estoy hecho pedazos.
Destinado a esta soledad
que ya no duele…
solo arde.
Y lo peor es que escapé,
sí…
pero fue gracias a un sueño.
Un miserable espejismo.
Qué patético.
A eso se reduce mi esperanza:
a una ilusión en la noche.
La verdad es que no valgo nada.
No aquí.
No ahora.
Mi vida sigue desmoronándose
mientras yo miro cómo todo dentro de mí,
y a mi alrededor,
se convierte en ceniza.
Atentamente: él poeta en el infierno